lunes, 27 de julio de 2009

Cultivador del diNero

El señor Burns (si, el amarillo, calvo y narigón) lo ha perdido todo. Termina en el hogar de ancianos, sin ningún resto de autoridad. Vuelve sobre sus pasos, se acuerda de una nena insoportable que lo contradijo. Que la gente no lo contradiga había sido el motivo principal de sus malos movimientos financieros.
Le habla de reciclaje, le dice que hay dinero ahí. La idea lo entusiasma, sale con un bolso azul a juntar latitas en la playa para después venderlas. Le pagan cinco centavos, va a una ferretería y compra un clavo que atará en la punta de un palo para poder juntar las latitas más rápido.
En la escena siguiente ya está explotando gente.