jueves, 25 de septiembre de 2008

posmoclick #dos

No parecía importarle la garúa que, al juntarse con el hollín de la ciudad, se convertía en un pegote molesto. Caminaba por la calle del centro vestido como un hombre de unos ochenta años (muy a pesar de sus veintipico) y entre las manos llevaba un libro abierto de Paul Auster. Sólo desviaba los ojos de las páginas para mirarle la cola a las chicas que revoloteaban por los locales de ropa.

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