miércoles, 22 de noviembre de 2006

el blog

Le pregunté a un amigo si me daba una mano, que me asesorara para armar un blog. Tenía ganas de escribir, de pasar el rato, de no quedarme en el ciber mirando porno cuando la inmovilidad consume las horas inútiles. Horas de noches. Horas que terminan cuando el sol ilumina la ventana cerrada, cuando las luces eléctricas se pierden y con ellas la sensualidad del ambiente.
Me respondió, me pasó dos o tres links, me quedé con este. También me había dicho que podía comprar espacio para armar una página, pero costaba plata (30 pesos) y pensé que pagar el ciber ya era un gasto importante. Si, no tengo Internet en casa, como casi todo el mundo, así que voy a un lugar lleno de gente. De día, lleno de chicas chateando con niks de dos mil palabras, pibes gritando en medio de una batalla campal de Counter Strike, gente de veintipico con los juegos on line. Y a la noche el porno, mis amigos del ciber tomando mate (o coca o cerveza en termos de metal), alguno desvelado terminando prácticos de la facultad y gente de veintipico con los juegos on line.
Pinché la url, se abrió otra ventana del explorador. El sitio bien a lo Google, sin pelotudeces, poco color, dos segundos en cargar, tenga su blog en tres pasos (estaría buena un gif que diga “vos también podés, pelotudo”, generaría millones de usuarios por hora). Click, nombre (fotóxico, contracción de foto y de tóxico), click, formato, click, ya fue, tengo un blog. Seguramente de acá en adelante voy a perder horas y horas tratando de que quede como me lo imagino, y seguramente voy a entender un poco más la cosa de lo que la entiendo ahora. La consola es realmente un universo, pero que no tenga cosas innecesarias me alienta.
Lo que sí me pregunto es qué voy a escribir en este lugar, qué pasará cuando lo vea vacío o cuando me aburra, o cuando me parezca una obligación tener que colgar algo del blog. Se me ocurre que corro ese peligro, de pensar para el blog, de hacer cosas para ponerlas en el blog (analogía inmediata con “Instrucciones para dar cuerda a un reloj”, del maese Julio Cortázar). Cualquier cosa: deportes extremos, drogas extremas, sexo extremo, música extrema, palabras extremas, peleas extremas. La vida de hoy es tan extrema como el tránsito, tipo la cocainómana publicidad de “cuántas horas tiene tu día, cafiaspirina, el que trabaja en la colchonería de papá es un reverendo pelotudo”.
Pero eso (además) implicaría un diario íntimo, y no sé si publicar intimidades es un oximoron copado, porque dejan de serlo. Y hay días en los que quiero ser yo solo y nadie más.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Guau. Otra parte tuya. Qué raro. Qué bueno. Besos

Anónimo dijo...

la inmovilidad consume las horas inùtiles...mejor no la podrias heber elegido